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La luz de Dios o chispa divina está en tu interior.

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La luz de Dios o chispa divina está en tu interior.

Desde el pasado 13 de Mayo del 2017, no había vuelto a escribir nada por aquí, me disculpáis por favor, sabéis que en cuanto puedo, aquí estoy publicando entradas que creo puedan ser de vuestro interés, y que en algo os puedan ayudar, pero el año pasado y por esas fechas, ya me era muy difícil seguir publicando nada, porque estaba a punto de ser madre por primera vez, y todas mis energías las necesitaba para mi hija Irene, para mi marido, y por supuesto, para mí misma.

Ahora, esas energías las sigo necesitando, pero después de 7 meses, ya voy teniendo un poquito más de tiempo, muy poco eso sí, pero que aprovecharé, como por ejemplo hago hoy, para que al menos sepáis que sigo aquí, que no me olvido de vosotros, y que en éste caso, la razón de mi ausencia en el blog,  es gracias a Dios por un motivo inmensamente FELIZ y MARAVILLOSO, el nacimiento de mi hija, y es éste motivo además, el que me ha inspirado a escribiros ahora el tema que nos ocupa. 

Una vez que se es madre y padre, y se tienen creencias religiosas, en nuestro caso (mi marido y yo, además de nuestras familias), cristianos, decidimos bautizar a nuestra hija, como es lógico. Por motivos y fechas que venían bien a ambas familias, Irene recibió el Sacramento del Bautismo a los 3 meses de edad.

En el ritual del Bautismo hay varios elementos que se utilizan por el Sacerdote, y en ellos están representados o simbolizados a su vez, los 4 elementos de la naturaleza, el agua, el fuego, el aire y la tierra, además de un quinto elemento, que sería el espíritu de Dios. La verdad es que es un momento «mágico», o al menos yo así lo veo, y esa «magia» se apoderó de mi , e hizo que surgiera de mi interior, el sentimiento fuerte de volver a recordar que todos somos Hijos de Dios, y como tales, llevamos su luz  en nuestro interior, su chispa divina, lo que hace que cada uno de nosotros sea único e irrepetible, y por tanto también, nadie se puede comparar a nadie, somos todos incomparables, porque de nosotros no existen copias, solo originales.

Fue en éste momento que ilustra la fotografía (a la izquierda estamos mi marido, y yo que llevo en brazos a nuestra pequeña, y a la derecha los padrinos, que fueron mi hermano y la hermana de mi marido, o sea, los cuñados por ambas partes), cuando más me emocioné. Todos unidos con la «simbólica luz de Cristo» en nuestras manos, luz que ya ilumina el camino de mi niña, y luz que ilumina el camino de todos nosotros, el problema es que muchos no se dan cuenta de que está ahí en su interior, y por ello no terminan de encontrar nunca la felicidad, creen que tienen que encontrarla fuera, y todo está dentro de sí mismos. Ésto me recuerda un cuento muy bonito, de esos que me gusta compartir con vosotros, escrito por el Padre Eusebio Gómez Navarro, y dice así:

Cuenta una leyenda, que al terminar Dios la creación del mundo decidió dejar una chispa de su 
ser en la humanidad, pero quería dejarla en un lugar difícil de encontrarla, ya que el ser humano 
valora muy poco todo aquello que encuentra con facilidad.
Reunido al «Gran Consejo Celeste», sus miembros comenzaron a aconsejarle: «Tenéis que 
esconder la chispa sobre lo más alto de la tierra, o en la mayor profundidad posible, o en el medio 
de los océanos». A cada propuesta respondía negativamente Dios, ya que estaba seguro que en esos lugares el ser humano, con su espíritu aventurero, con la tecnología y con su aguda e inteligencia sería capaz de descubrirla.
Pero a Dios se le ocurrió un lugar seguro: «Voy a esconder mi chispa divina en el lugar más 
inaccesible de cuantos ustedes y el ser humano puedan imaginar. En un lugar de muy difícil acceso. Voy a esconderla… en lo más profundo de la persona».

Y tan profundo la escondió, que efectivamente y tal y como os comentaba antes, muchos siguen buscando en el exterior e infelizmente, lo que ya tienen en su interior.

Decía San Pablo que «somos templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en nosotros» (1Co 3,16)  y en el Evangelio de  San Mateo escrito está «No se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón, se pone en la repisa para que alumbre a todos los que están en la casa. Haced brillar vuestra luz delante de todos, para que ellos puedan ver vuestras buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo«. (Mateo 5, 15-16).

la reflexión final es; ¿Nos creemos realmente ésto? ¿qué somos luz, qué somos únicos, que somos incomparables, que somos irrepetibles, qué el poder divino reside en nuestro interior?. ¿Vemos a los demás así?.

Tengamos siempre presente que la chispa o luz divina es un «pequeño fragmento» de un ser omnipresente, omnipotente, omnividente que vive, que habita, en nuestro cuerpo físico.

Dios vive en tí. Tú no formas parte de la Creación, tú ERES la Creación, y todos estamos enlazados ETERNAMENTE con «Él».

Haz que brille tú luz y alumbra a los demás. No vivas en la oscuridad. El Poder de cambiar el Mundo, comienza en nosotros mismos. 

Gracias por llegar hasta aquí.

Un abrazo en la luz,

Ángeles